martes, 12 de octubre de 2010

Premios y Distinciones a Mario Vargas Llosa es un "canto" a la Libertad

A lo largo de su carrera, Mario Vargas Llosa ha recibido innumerables premios y distinciones. Cabe destacar sobre todo dos de los máximos galardones que se conceden en el ámbito de las letras hispánicas: el Premio Rómulo Gallegos (en 1967, por su novela La casa verde) y, sobre todo, el Premio Cervantes (1994). Otros destacados premios en su haber son el Premio Nacional de Novela del Perú (en 1967, por La casa verde), el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (España) (1986) y el Premio de la Paz de los Libreros de Alemania, otorgado en la Feria del Libro de Fráncfort (1997). En 1993 le fue concedido el Premio Planeta por su novela Lituma en los Andes. Un gran relieve en su carrera literaria tuvo el Premio Biblioteca Breve, que se le otorgó por La ciudad y los perros, en 1963, y marcó el inicio de su exitosa carrera literaria internacional.
Es miembro de la Academia Peruana de la Lengua desde 1977, y de la Real Academia Española desde 1994. Cuenta con varios doctorados honoris causa por universidades de Europa, América y Asia; pueden citarse los concedidos por las universidades de Yale (1994), Ben Gurión Ber-Sheeva de Israel (1998), Harvard (1999), su alma mater la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2001), Oxford (2003), Europea de Madrid (2005), La Sorbona (2005), Universidad de La Rioja y Universidad de Málaga (2007), Universidad de Alicante (2008) por la Universidad Simón Bolívar Caracas, Venezuela y la Pontificia Universidad Católica del Perú el 8 y el 12 de diciembre de 2008, el 24 de junio de 2009 por la Universidad de Granada, el 5 de mayo de 2010 por la Universidad de Castilla-La Mancha, y por último, Doctorado Honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México en setiembre de 2010. Ha sido condecorado por el Gobierno francés con la Legión de Honor en 1985, y en 2001 recibió la condecoración Orden El Sol del Perú en el Grado de Gran Cruz con Diamantes, la más alta distinción que otorga el Estado Peruano. El 7 de octubre de 2010 se le concedió el Premio Nobel de Literatura.

El Jardin de la Libertad



Mar, 12 Oct 2010 06:01:00

Por: Libertad García de Danwing

Vargas llosa: cartografía erótica y poder
Sin erotismo no hay gran literatura
                        Mario Vargas Llosa

Desde tiempos inmemoriales, la cartografía ha sido considerada como una fuente valiosa de conocimiento porque en los mapas podemos encontrar, además de imágenes de la naturaleza, los límites históricos de las naciones y los ejercicios de poder que los definen. Cartografía que no se limita a lo geográfico pues puede describir también otros mapas en diversas disciplinas y hasta en las humanas geografías donde la cartografía puede mostrarnos los paisajes del corazón.

Hace unos días, la bella palabra “cartografía” sonó fuerte en los medios cuando enunciaron el veredicto de la academia sueca al concederle el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. En ese sentido, creo que pocas plumas contemporáneas como la de Vargas Llosa para describirnos con maestría literaria los complejos mapas del poder. Un asunto ligado a la biografía del escritor peruano porque desde muy niño debió imaginar la idea de poder cuando leía a escondidas los poemas de Neruda, prohibidos por su madre y tachados de “mariconerías” por su padre. Rebeldía que más tarde se manifestaría en su juventud frente al poder político de regímenes coercitivos.

Poder que en el mapa personal de José Mario Pedro Vargas Llosa fue delineando su “ser político”, expresado primero en su extraordinaria literatura y después en la militancia activa donde llegó a ser candidato a la presidencia de Perú en el año 1990. Quehacer que nunca lo alejó de las letras, pues se dice que todos los días escribía en la campaña electoral con su bolígrafo de tinta roja. Experiencia que sin duda le permitió vivir de cerca la realidad de su país, los contrapuntos del poder y los anhelos de libertad reflejados en sus novelas como una constante.

Porque sin duda la búsqueda de libertad ha sido permanente en su vida y obra. Libertad como inspiración y aspiración, como presencia y anhelo.

Criticado por algunas de sus posturas y muchas veces calificado de reaccionario, se puede o no comulgar con sus ideas, pero creo que nadie podría negar su portentoso talento literario. Ese silabear el mundo en textos periodísticos y fascinantes novelas que han sido para sus lectores, regalos invaluables. Novelas que escriben y describen la historia con exultante imaginación y asombrosa precisión como “La Fiesta del Chivo”, (a mi parecer, una de sus mejores novelas) donde el multipremiado literato hace un retrato del poder político con pinceladas minuciosas y trazos exactísimos que cortan el aliento en cada página leída.

Novelas históricas y políticas, pero también novelas que son capaces de alimentar nuestro ser humano. Obras que cumplen lo que el mismo Vargas Llosa escribió hace unos años en un texto bellísimo y apasionado en defensa de la literatura como “la mejor herramienta de comunicación entre los seres humanos y el medio para formar ciudadanos libres y críticos”. Porque para el Nobel peruano, la literatura, en especial la novela, “no es un pasatiempo de lujo de gente desocupada, sino una actividad irremplazable para la formación de mejores ciudadanos en las sociedades modernas, además de uno de los más estimulantes y enriquecedores quehaceres del espíritu”. Una experiencia que para Vargas Llosa es insustituible, porque a diferencia de la ciencia y la técnica, nos permite reconocernos, dialogar y compartir como seres humanos, más allá de las diferencias que nos separan. Literatura que es el mejor alimento para espíritus inconformes, para quienes sienten que les falta algo, novelas para vivir otras vidas y otros tiempos en “esta vida injusta que nos obliga ser siempre los mismos cuando quisiéramos ser muchos”. De ese tamaño es el poder que puede concedernos la literatura.

Poder que nos ofrece con creces el Nobel 2010 en sus novelas. Cartografía que va más allá de la política, pues busca penetrar en los mapas íntimos de quien lo lee. Tal vez por eso, el erotismo es presencia constante en su literatura. Ese otro poder que es capaz de dominar a la mente más notable, al más conspicuo de los soberanos. Nada mejor que la literatura para recrearlo, el mismo Vargas Llosa declaró que “sin literatura no existiría el erotismo”, pues “sublimó los deseos y dio categoría de creación artística al acto sexual”. Convencido en tal premisa, la obra del peruano es un derroche de talento que describe el reino de Eros como muy pocos. Juan Luis Cebrián lo dice mejor: “Creo que no ha habido en la literatura castellana nadie capaz de emular a Mario en su destreza magistral a la hora de convertir el sexo en materia prima de la belleza artística”.

Erotismo desplegado en palabras como alas que transportan el deseo original. Fina cartografía erótica en lectura que nos envuelve, algunas veces sutil y otras intensamente en las humanas geografías de personajes fascinantes como Don Rigoberto y Doña Lucrecia en “Los Cuadernos de Don Rigoberto” con escenas desbordantes de sensualidad. El laberinto de la fantasía tejido en letras que fluyen libres, “como una corriente eléctrica” por los sentidos de quien las lee. Imaginación sin límites ni cortapisas en la obra de un escritor que reconoce a la pulsión sexual como la fuerza primigenia de la vida, el poder más cercano a la inmortalidad.

Letras que devuelven al erotismo su condición de “arte de amar”, como quería Ovidio, en este tiempo donde “el amor ya no es arte sino deporte sin riesgo” como señala Vargas Llosa. Erotismo en luminosos encuentros relatados por quien se dice heredero de novelistas como Faulkner, Flaubert y Tolstoi. Narrativa que es producto de un lector insaciable, disciplinado militante de las letras. Porque ni los muchos galardones ni el prestigio han sido gratuitos, pues Don Mario, se levanta a las cinco de la mañana para preparar su clase en la Universidad de Princeton, hace ejercicio regular y sigue leyendo y escribiendo con la misma vocación con la que se inició en su amor por la literatura con los Tres Mosqueteros de Dumas.

En fin, la mejor manera de celebrar el Nobel es leyéndolo, descifrar su fascinante cartografía que nos enseña los paisajes más humanos y garantiza además el placer en su lectura. Motivos más que suficientes para leerlo. ¿No cree usted?

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